Los desconocidos de siempre

Algo que siempre me llamó la atención en el triunfo de un caballo es el festejo posterior con la llegada al recinto de los ganadores. Me refiero puntualmente a la gente que llega para saludar al jockey, al cuidador y algunas veces al peón. No es que se lo ignore, pero generalmente es un saludo cortito y nada más.
Entonces me pregunté el porqué de esa costumbre y empecé a pensar en la relación que existe entre una persona que atiende más que nadie a un pura sangre y el contacto diario que va formando una relación incomparable con el animal. Para graficar esto debo señalar que un buen peón crea una contacto muy especial con el caballo que debe atender, es una responsabilidad tan grande como decisiva para el futuro porque no solo tiene que ver con el cuidado físico sino también con su opinión cuando el entrenador le pregunta por la conducta que nadie en la caballeriza puede conocer tan bien como él. Entre otras cosas están ¿comió bien?, ¿durmió tranquilo?, ¿caminó dentro del box? y muchas más que le permiten el entrenador ir conociendo el carácter y las virtudes o defectos de su pensionista. Es tan importante esa relación que hasta los jockeys muchas veces recaban datos sobre el caballo para conocer su temperamento, si está nervioso, si tiene miedo o si se empaca cuando le dan un fustazo. La cuestión es que la opinión de un peón tiene un valor superlativo a la hora de competir.
Sin embargo, parecería que en algunos casos se minimiza su trabajo pensando que solo hace una tarea menor como darle de comer, limpiarlo o arreglando el box. Y no es así porque es la persona que se relaciona permanentemente con el caballo y sabe desde el primer día que es asignado, las costumbres, los defectos y las mañas a través de una relación casi fraternal donde pasa a formar parte la vida diaria no exenta de cariño entre el humano y el animal.
Esto viene a cuento de lo que ocurre a veces cuando en alguna victoria pasa desapercibido en el festejo y se puede observar como al retirarlo de la redonda lo hace con legítimo orgullo llevando de la rienda a su caballo con la satisfacción del deber cumplido. Para él es como si fuera la felicidad más grande que pudiera sentir, la alegría de ver a su querido amigo ganar una carrera, de sentir que todo su esfuerzo concluyó con el éxito soñado.
Por eso es que quiero resaltar a quienes en su trabajo diario llevan adelante no solo su tarea sino que le agregan un gran porcentaje de afecto que se transmite a través de la caricia, la palabra y los gestos como si fuera un ser querido. Que lo es.
Norberto Laterza
De Turf Un Poco



















