La seña

En el hipódromo la frase que dice “el ingenio popular no tiene límites” es de una vigencia absoluta. Durante mi experiencia en las tribunas he visto y escuchado a personas de todo nivel con una inventiva que superaba mi imaginación. Hoy les voy a contar sobre un hombre al que llamaban “el profesor” y que se lo podía ubicar en al primer piso de la tribuna especial en Palermo. Todo fue a propósito de un amigo, en mi época de juventud, cuando acudía a ver los caballos como principal atracción y que no pensaba que mi futuro iba a ser el de periodista de turf como medio de vida El tema es que lo acompañe a ver al personaje atraído por los comentarios que me había hecho sobre él. Les voy a detallar la escena, el hombre era un veterano que estaba muy bien vestido, con un aura de científico rodeado por un grupo de fieles seguidores en el primer piso de una punta de la tribuna especial cercana a la oficial. De movida inspiraba respeto por su ropa impecable y la seriedad que mostraba. En el momento en que los jinetes salían para la largada, el hombre se ponía unos prismáticos impresionantes y miraba a cada uno de ellos. Al cabo de unos minutos, se quedaba parado mirando a sus acólitos y sentenciaba, “gana el 5, el jockey hizo la seña”. Yo no entendía nada, pero vi que todos salían en tropel a las ventanillas para jugar. Era un malón desaforado que bajaba escaleras como si hubiera un incendio para llegar antes que cerraran las apuestas. Lo sorprendente del caso es que el hombre se sentó en el lugar en que estaba y no se movió hasta que la carrera se largó. Cuando los caballos entraron en la recta final, el cinco que venía en el medio del pelotón se abrió por el medio de la pista y pasó a ganar poniendo dos cuerpos de ventaja en el disco. Confieso que me quedé atónito mientras la barra aclamaba al “profesor” sin que este hiciera caso de la ovación, solo movía la cabeza mirándolos con una sonrisa de aceptación como respuesta. Me pareció una casualidad lo que había ocurrido pero me salió mi incipiente espíritu de periodista que no conocía en esa época y me animé a acercarme al personaje. En un momento me miró y me preguntó si quería algo y le dije que había presenciado su acierto y cómo lo había conseguido. Entre una sonrisa de lástima e inocencia me dijo “sentate y te cuento”.
Nunca me voy a olvidar de ese momento, primero me preguntó porque estaba en el hipódromo siendo tan chico y le dije que vivía a 3 cuadras y me gustaba ver los caballos, me preguntó si jugaba y le confesé que poco porque no tenía plata y fue allí donde cambió su semblante y me empezó a contar. “Te quiero decir que jugar no es un pecado pero hay que hacerlo con prudencia y conducta”, luego me dio algunos consejos y nada más.
En varias ocasiones fui a saludarlo cuando asistía a una reunión pero sin cargosearlo ya que era una persona mayor, pero me llamaba la atención su influencia sobre un grupo de 5 y 6 personas que estaban con él. Por fin, luego de varias reuniones, me animé a preguntarle inocentemente como hacía para tener la seña de los jockeys ya que los que elegía corrían bien y entraban en algunos de los tres primeros puestos. Fue entonces que me invitó a acompañarlo a la confitería y me explicó: “Esto que te digo no se lo debes decir a nadie”. Esperó mi juramento y luego arrancó, “Yo soy viejo y vivo solo, no tengo a nadie y tampoco soy jubilado, algo debo hacer para vivir. Esto es así, estudio bien los antecedentes de una carrera y saco un candidato que me parece una fija, pero si yo digo eso nadie me haría caso, por eso inventé lo de la seña, pero en realidad es que me acompañan con unos boletos los muchachos y no tengo que poner ni un peso, es una manera de poder jugar sin arriesgar nada, ¿entendés?”.
Con el paso del tiempo lo fui a visitar varas veces y entablamos una amistad más allá del turf. Pero siempre me admiró su ingenio, sobre todo cuando una vez el caballo que eligió corrió muy mal y lo vi sereno como siempre. Se dio vuelta, miró a sus feligreses y les dijo: ·”el jockey cambió la seña”
Norberto Laterza
De Turf Un Poco










